sábado, 30 de enero de 2010

LOS REGLAMENTOS TAURINOS Y LA FIESTA DE LOS TOROS COMO PATRIMONIO CULTURAL INMATERIAL





El pasado año 2009 la Fiesta de los Toros libró a nivel mundial varias batallas para contrarrestar un movimiento global que persigue su extinción.

En Colombia, una acertada decisión del Tribunal Constitucional, felizmente ordenó el archivo de una petición que pretendía la prohibición de la Fiesta a nivel nacional, invocando presuntos derechos de los animales y obrando en aras a su protección.

En Venezuela, luego de una pertinaz campaña para lograr que varias ciudades del país se declararan antitaurinas, entre ellas Caracas y Valencia, se presentó en el parlamento un proyecto de ley con similares intenciones, que amparado tras la manida y sobada argumentación de la protección de los animales, pretendía acabar con las tradicionales corridas de toros, las peleas de gallos y el coleo, deporte de gran arraigo, parecido al acoso y derribo.

Sólo la rápida y eficaz movilización de los estamentos taurinos logró impedir que esto se materializara, pues el proyecto de ley, aprobado en 1ª discusión por la Asamblea Nacional, fue finalmente sancionado con la exclusión de las antes mencionadas actividades, por considerarse que forman parte de la tradición de las poblaciones venezolanas.

Pero la campaña contra la Fiesta continúa arreciando en América, en dónde se utilizan escenarios públicos, como la realizada en Nueva York para arremeter contra las Fiestas de San Fermín, actos organizados y financiados por estos grupos antitaurinos.

Su episodio más reciente lo hemos vivido en Cataluña, en donde se añaden otros componentes localistas, para marcar diferencias y distinciones con España, la España de todos, con sus ancestrales costumbres y tradiciones, heredadas y hechas nuestras por los Iberoamericanos.

Cierre de plazas de toros, prohibiciones a los menores de 16 años y una cadena de restricciones han sido el prólogo de este despropósito. Y el resultado es el mayor reto que los taurinos tenemos de inmediato.

Por tal motivo la actividad que desarrollan los diferentes cuerpos de las administraciones que van dirigidas a reglamentar el espectáculo taurino deben tener presente que en estos tiempos difíciles, su función adquiere, aún si cabe, mayor importancia y relevancia, pues entendemos que cada acto de naturaleza legislativa que en este sentido se materialice en ciudades, provincias y comunidades, será una reafirmación en si misma de la aceptación de sus administraciones del espectáculo taurino.

La diversidad reglamentaria de la Fiesta de los Toros se puede y debe desarrollar en el marco del respeto a los pilares fundamentales de la Tauromaquia, expresando los matices que dentro de ésta, forman parte de las costumbres y del carácter en el que la Fiesta se representa en los distintos países europeos y americanos donde se celebra, y apartándose del riesgo que puede entrañar la pretendida desnaturalización del espectáculo con parodias de la Fiesta, como la escenificad recientemente en Las Vegas

En tal sentido, vemos con verdadero beneplácito que los elementos esenciales se mantienen y la Tauromaquia no pierde su carácter genuino y auténtico, independientemente de que se la regule en Monterrey, Arles, Sevilla o Cali.

Esta potestad reglamentaria debe ir marcando progresivamente un rumbo que le dé uniformidad al espectáculo mismo, pues es sobre esta base que adelantaremos las peticiones para que la Tauromaquia y todo su legado cultural y artístico, sea reconocido como tal por la humanidad.

En esta función, en la que hoy estamos comprometidos, no sólo nos mueve la defensa de la Fiesta de los constantes e inmerecidos ataques a que está siendo sometida, muchos de los cuales, con todo respeto, están fundados en la mas absoluta ignorancia de los elementos trascendentales que hacen a la Fiesta de los Toros un arte único, singular e irrepetible.

También, como aficionados a los Toros estamos obligados a salvaguardar, como buenos heredero, ese inmenso patrimonio conformados por los lugares donde este inmemorial rito se celebra; las dehesas donde se cría el toro de lidia; éste mismo y sus diferentes encastes; el trabajo milenario de artesanos que elaboran los trajes de luces, capotes de paseo, los trastos de torear, los estoques de matar; y el inmenso legado cultural en el que las artes y el intelecto han bebido de la Fiesta como fuente de inspiración para dejarnos obras de la pintura, la escultura, la música, la literatura, el cine, la opera, la poesía, la novela, el cante, el baile, etc.

Por ello cuando reglamentamos la Fiesta debemos hacerlo pensando en algo que va mucho más allá del establecimiento de normas jurídicas de obligado cumplimiento, con la vista puesta en ese futuro reconocimiento universal que la Fiesta se merece y en su trascendencia.

Para ello es menester un trabajo conjunto y coordinado de los diferentes países taurinos a través de las comisiones redactoras de los citados reglamentos, siempre tomando en cuenta los marcos económicos, sociales y culturales donde ésta se desarrolla, y oyendo a los profesionales, fundamentalmente a los toreros, banderilleros, picadores y ganaderos, verdaderos protagonistas y artífices del toreo.

A partir del año 2003, cuando comencé a trabajar sobre el tema del reconocimiento de las Fiesta de los Toros como Patrimonio Cultural, a partir de la aprobación de la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial que regula esta materia por parte de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, (UNESCO), siempre he tenido claro que el reto no es fácil y que sólo un trabajo coordinado llevado a cabo por los órganos oficiales competentes, puede materializar el objetivo.

Hoy veo con satisfacción que nuestros primeros propósitos han sido semilla fértil para nuestra Asociación Taurina Parlamentaria (ATP), organizadora de estas jornadas sobre los reglamentos, que tienen como objetivo simultáneo, emitir un pronunciamiento inicial sobre esta materia.

Asimismo, el planteamiento ha sido acogido por la Mesa del Toro, que aglutina a los estamentos de la Fiesta en España y que nos hace abrigar fundadas esperanzas acerca de que el porvenir de la Tauromaquia tiene en España un sólido pedestal.

Celebro especialmente que el Observatorio Taurino francés haya dado un paso al frente en tal sentido, pues no solo se trata del estamento que organiza la Fiesta en el país galo, sino que además se trata de uno de los países mas cultos del mundo, donde la UNESCO tiene su sede, y donde la Tauromaquia se practica con mas apego a las normas que la regulan.

Es esta la mejor respuesta que podemos dar a quienes de manera intransigente pretenden prohibir la Fiesta de los Toros, en actos que arremeten contra nuestra libertad y que atropellan de manera flagrante un elemento consustancial a nuestras tradiciones, costumbres y cultura.

Esta jornada de reflexión sobre los Reglamentos Taurinos deben ser punto de partida para la armonización de la Fiesta de los Toros en sus aspectos formales, dirigida a la Salvaguarda de la misma como Patrimonio Cultural, con la puesta en marcha del procedimiento que conduzca a tal reconocimiento por parte de las administraciones públicas y posteriormente por parte de la UNESCO.

Williams Cárdenas Rubio-Vargas